Hoy quiero hablar de una obra fascinante que
desde el principio transmite una terrible soledad. Sí, es una novela que exhibe
una sociedad futura, que sencillamente replantea el mundo, pero es una novela
dedicada a la soledad, porque todos los personajes, y más uno que todos, están
muy solos.
Un mundo feliz es un clásico. Es la obra, ni duda
cabe, más celebre del británico Aldous Huxley. En ella el autor nos plantea un
modelo de sociedad único y muy diferente a los que tenemos hoy y a los que
había hace ochenta años, cuando se publicó.
En esta utópica sociedad hay esclavitud. Pero no importa,
porque los esclavos son felices. Se les educa desde la infancia para sentirse
orgullosos de ser lo que son y contentos de no ser otra cosa.
A tan extraordinario modelo de sociedad se ha
llegado después de una gran guerra, y hay principios establecidos por el Estado
contra los que no se puede discrepar. Ya no hay lugar para lo viejo, ni para lo
nuevo, sólo para ser feliz. Porque el Estado lo único que exige es que las
personas sean felices. El dolor por la perdida de un ser querido se ha
erradicado, como también la vejez, el hambre, la fealdad y hasta los dolores de
parto. No existe razón alguna, por tanto, para que alguien sea infeliz.
Y como de amor se sufre, amar también está
prohibido. El Estado inclusive exige la promiscuidad. Las drogas, el dilema de
hoy, están legalizadas. Su consumo es obligatorio como otro requisito
indispensable para ser feliz. Si alguien se siente un poco triste, sólo tiene
que drogarse para no desentonar en un mundo lleno de felicidad.
Sin embargo, hay personas que no pueden ser tan
felices. Bernard Marx, por ejemplo, no lo es. Aunque pertenece a la casta
superior, un problema al momento de su fabricación provocó que saliera un tanto
feo. Las mujeres no lo ven como blanco de su promiscuidad, y eso, entre otras
cosas, le hace ser muy inestable. No encaja en la sociedad a la que pertenece.
Su soledad, dadas las rígidas normas imperantes, es incurable.
Lenina Crowne es una mujer, dentro de su
sociedad, perfecta: guapa, inteligente, eficiente y en la medida de lo posible
promiscua. Pero también es un tanto inestable. No siempre se presta a ser feliz, como se le exige que sea, y
tratando de liberarse un poco de la ansiedad que la acosa se relaciona con
Bernard. Juntos van a una reserva de salvajes, algo que los hombres felices ven como un zoológico, y allí
encuentran a John, el Salvaje, uno de
los personajes más solitarios de la literatura universal.
A John no lo quieren donde vive porque es
diferente a todos. Lenina y Bernard se lo llevan a otro lugar donde su suerte
será peor. John es un joven romántico, tradicionalista, amante de Shakespeare,
y adonde va todo eso está prohibido. Se enamora perdidamente de Lenina, y ella
también de él, pero él quiere empezar la relación con romanticismo y ella con
sexo. No se entienden.
La situación de John es sencillamente terrible.
Es visto como una rareza, que lo es, y el corazón se le parte al lector al
comprender que el pobre John, vaya adonde vaya, y pase el tiempo que pase,
nunca jamás encontrará un lugar donde pueda vivir feliz.
Todos han sido educados para sobrevivir en la
soledad a la que se les condena prohibiendo el amor y el afecto, pero John no y
ya, siendo un adulto, no es posible reeducarlo. Su tormento lo seguirá allá
donde vaya, y de hecho, sólo hay un lugar al que puede ir.
El trabajo de Huxley en ésta su obra maestra es estupendo. Realmente logra encerrarnos en su sociedad perfecta y también que estemos esperando terminar el libro para salir de ella, y si es posible tenderle una mano al infeliz de John para sacarlo de allí.
El trabajo de Huxley en ésta su obra maestra es estupendo. Realmente logra encerrarnos en su sociedad perfecta y también que estemos esperando terminar el libro para salir de ella, y si es posible tenderle una mano al infeliz de John para sacarlo de allí.
Me fascina igual que a ti, un saludo, nos leemos.
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