Pasa algunas veces que leemos un libro
extraordinario y cuando nos disponemos a buscar información sobre el autor en
Internet no encontramos absolutamente nada, ni su biografía, ni otras obras
suyas y ni siquiera su nacionalidad, nada. Como si no existiera. Cosa rara,
porque hasta de quienes escriben obras insufribles a veces se encuentra algo, o
mucho. Todo depende de qué tan leído sea. Por otro lado, no niego que el
hecho de que el autor sea desconocido le imprime misterio y lo hace
interesante, en lo que a mí respecta, claro.
Lo anterior me ha ocurrido con Dorothy Gies
McGuigan, autora del libro Los Habsburgo.
Apenas puedo creer que sobre ella sólo sea posible hallar bien poco en la
red y que tenga que conformarme con suponer que es, o fue, de nacionalidad
inglesa y que el único libro que escribió es el que hoy nos ocupa, editado en
inglés en 1966 y pasado al español en 1971 por Grijalbo.
El libro inicia con el primer Habsburgo que
cobró importancia, el conde Rodolfo, porque eso eran allá por el siglo XIII,
condes, lo de archiduques vino mucho después. El ya mencionado Rodolfo logró,
por métodos que aún no están muy claros, ser elegido emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico en 1273. Pero el gusto a la familia no le duró mucho,
la corona en ese entonces no era hereditaria y había que disponer de recursos y
mañas para conservarla. No la conservaron después de Rodolfo, pero con el
tiempo volvieron a adueñársela.
En aquellos turbulentos años los matrimonios
eran, aparte de las guerras, la única vía para hacerse de territorios y de
capital. Los Habsburgo no lo ignoraban, y recurrieron a varios convenientes
matrimonios para conseguir poder. El primero fue el del archiduque Maximiliano
con María de Borgoña en 1477 (para entonces los Habsburgo ya eran archiduques), el cual les sirvió para obtener incalculables riquezas y los Piases Bajos.
Pero el matrimonio que llevó a los Habsburgo a
adueñarse de más o menos medio mundo fue el del archiduque Felipe, el Hermoso, con Juana de Castilla, aquella
reina que de amor de volvió loca. Carlos, el primer hijo varón de este matrimonio, gobernó España, más de la mitad de Italia, los Países Bajos, lo que entonces
era el Sacro Imperio y buena parte del entonces todavía desconocido Conteniente
Americano, entre otros territorios sembrados por todas partes.
Para administrar bien su enorme patrimonio, la
familia se dividió en dos ramas. Una vivía en España y la otra en Austria. Para
no romper los lazos familiares, los archiduques austriacos se casaban siempre
con sus primas españolas y lo mismo hacían los infantes españoles con sus
primas austriacas. Nadie sabía entonces las consecuencias de abusar de la
endogamia. Los miembros de las parejas eran primos por partida doble o triple.
Eso fue lo que, dos siglos después, provocó que los Habsburgo desaparecieran de
España, los legítimos, porque los bastardos, sobre todo los de Felipe IV, quedaron
sembrados por toda la
Península.
Pero en Austria, a pesar de las constantes
guerras, el Imperio familiar sobrevivió mucho más tiempo que en España. Cuando
Napoleón Bonaparte amenazó con despojarlos de sus territorios, lograron
calmarlo dándole como esposa a una archiduquesa que a juicio de los cronistas
de la época era bastante fea. Y aun cuando sobrevivieron a Bonaparte, su Imperio
quedó herido de muerte, aunque la agonía duró un largo siglo.
Los Habsburgo se resistieron a perder su influencia
y poder. Recurrieron a cuantos métodos creyeron oportunos para conservar su
Imperio, algunas veces soldándole a éste territorios habitados por personas que
no querían ser sus súbditos. Un Habsburgo llegó a viajar a México para
consolidar un imperio en el nuevo mundo, por si en el viejo ya no los querían,
pero poco tiempo después le fusilaron.
Cuando el Imperio ya difícilmente se mantenía de
una sola pieza, vino la Gran Guerra
y lo desapareció por completo. Pequeños países huérfanos y habitantes confundidos
fue lo que quedó del que había sido en el pasado el imperio más extraño y
tolerante del mundo, y quizás de todos los tiempos, porque el nacionalismo
probablemente ya no va a permitir que vuelva a existir algo igual, no por lo
menos en este tiempo.
Como puede verse en la bibliografía, la investigación de la desconocidísima Dorothy Gies McGuigan para escribir este libro fue titánica. Tuvo que pasarle el ojo encima a una descomunal cantidad de ensayos de historia, biografías, memorias, cartas de familia y demás documentos para poder hablar sobre una familia que gobernó en Europa seis siglos y medio, tanto tiempo como ninguna otra.
Como puede verse en la bibliografía, la investigación de la desconocidísima Dorothy Gies McGuigan para escribir este libro fue titánica. Tuvo que pasarle el ojo encima a una descomunal cantidad de ensayos de historia, biografías, memorias, cartas de familia y demás documentos para poder hablar sobre una familia que gobernó en Europa seis siglos y medio, tanto tiempo como ninguna otra.
Muy bueno!
ResponderEliminarDespues de años encuentro a alguien que lo haya leido! Extraordinario trabajo, fascinante relato de la historia enfocado desde el lado humano
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