Este día voy a reseñar otro libro bastante
interesante del que tampoco he encontrado ediciones recientes. Es una pena pero
así son las cosas. Quizás en poco tiempo estará a la venta para leerse en
e-reader, como ocurre en estos tiempos con libros descatalogados. Pues bien, se trata de una biografía de
Catalina II de Rusia, escrita por la autora británica Joan Haslip (1912-1994)
en 1977.
Haslip fue de esos historiadores que se
encaprichan mucho con la realeza, biografió a bastantes figuras de sangre
azulada de diferentes países como a María Antonieta, Sissi, Maximiliano de
México, Lucrecia Borgia, entre otros. Hizo algunas aportaciones que dieron tema
para investigar a sus colegas y murió sin hacerse de mucho renombre en otras
lenguas. Su obra se traduce, pero poco.
Su biografía de Catalina la Grande es buena sin ser
excelente. Tiene errores, no
precisamente históricos, pero sí
literarios. Y la estructuración del libro pudo ser mejor. Sin embargo el
retrato que nos ofrece de esta gran mujer es bien interesante. Y como buena
historiadora no la crítica ni la cuestiona, más bien trata de entenderla.
Catalina hizo mucho mal, pero eso era cosa bien común de los monarcas de
entonces.
Nació en 1729 como alemana, llamándose
Sofía y siendo princesa, pero princesa sin importancia, de las que había
cientos. No era, como puede pensarse, hija de un rey, sino de un príncipe
soberano entre comillas que pasó a la historia sin pena ni gloria. Y si alguien
se acuerda de él se debe a que fue padre de una de las mujeres más listas de la
historia.
Cuando Sofía era apenas una adolescente, la
emperatriz de Rusia, Isabel I, andaba buscando esposa para su sobrino Pedro,
otro adolescente feúcho y con bien poco cerebro. Pero como Rusia era una
monarquía muy desprestigiada en Europa, una princesita sin importancia, como
Sofía, habría de bastar, porque lo que quería la Emperatriz era una
mujer que pariera herederos de la dinastía Romanov, sanos, fuertes y lo más pronto
posible.
Sofía fue a Rusia acompañada de su madre, una
mujer ambiciosa que primero pensaba en ella, después en ella y probablemente en
sueños se acordaba de su hija. Su novio no le gustó. Pedro era tal vez más
tonto que feo. Pero Sofía no ignoraba lo bien que la había tratado la suerte.
Aprendió lo más pronto que pudo el ruso y nada le costó cambiar de religión y
de nombre.
Al poco tiempo habría de revelarse una mujer tan
ambiciosa como su madre, pero con la oportunidad de hacerse de cuanto poder
deseaba. Cuando su esposo subió al trono, no dudó en planear su derrocamiento y
posterior asesinato. Pero no se conformó con Pedro. Catalina, siendo una no muy
querida princesa alemana, llegaría a despacharse a dos emperadores de Rusia
miembros de la dinastía Romanov: su esposo y el pariente de éste, Iván VI.
Le tomó pronto un descomunal amor al poder.
Cuando su hijo Pablo alcanzó la mayoría de edad, ni siquiera se planteó la idea
de cederle la corona. Antes lo habría matado si intentaba desbancarla.
Pero, a pesar de su forma de proceder en
política, Catalina constantemente necesitaba sentirse amada, como cualquier
otro ser humano. A su esposo nunca lo vio guapo y si engendraron un hijo fue por pura
necesidad. Pero ella, a pesar de que podía salirle caro, nunca se abstuvo de
tener amantes, a los que trató siempre muy bien, ya siendo emperatriz, los
llenó de riquezas y títulos nobiliarios. A Stanislao, un polaco al que amó como
loca y que al igual que otros de sus amantes la embarazó, lo hizo rey de su
país. A otro, Potemkin, le dio el poder para que hiciera de Rusia lo que se le
antojara.
No era guapa, pero sabía gustar, además era la Emperatriz , por ello
los amantes entraban y salían de su vida gustosos. Los nobles que querían sus
favores siempre estaban buscando a un buen prospecto para llevarlo a la cama de
Catalina. Se esmeraban en conseguir jóvenes fuertes, atractivos y bien armados.
Pero la Emperatriz
aun así tenía a su catadora para que le averiguara si sus posibles amantes eran
lo que prometían ser.
Joan Haslip escribió una biografía algo extensa, digna de una mujer que hizo mucho que merece ser contando. Es una pena que por unos cuantos años no fue contemporánea de Napoleón. El duelo habría sido formidable.
Joan Haslip escribió una biografía algo extensa, digna de una mujer que hizo mucho que merece ser contando. Es una pena que por unos cuantos años no fue contemporánea de Napoleón. El duelo habría sido formidable.
Una maravilloso apunte histórico y una Gran Entrada sobre Catalina la Grande.
ResponderEliminarUn saludo,Dorian.