Esta
pintura la realizó el artista poco conocido Johan Elder un año antes de que muriera
Napoleón II, o el duque de Reichstadt, como se le conoció en Austria. Se trató
de un regalo de la archiduquesa Sofía, madre de los emperadores Francisco José
de Austria y Maximiliano de México, para su suegro Francisco I, el primer
emperador de Austria que también fue el último del Sacro Imperio Romano
Germánico.
La intención de la Archiduquesa fue
reunir en un solo cuadro a los nietos del emperador Francisco, pero como los
hijos de María Leopoldina, emperatriz de Brasil, estaban muy lejos y los que
había tenido en secreto la ex emperatriz de Francia María Luisa con el conde
Adam von Neipperg se suponía que no existían, sólo pudieron reunir a tres de
los nietos del Emperador.
El joven rubio de aparentemente veinte años de
edad es el mismísimo Napoleón II, la niña es María Carolina, hija de la
archiduquesa María Clementina, y el bebé no es otro que el emperador Francisco
José I de Austria, quien gobernó durante sesenta y ocho largos años y murió
poco antes de que terminara la Primera
Guerra Mundial, la misma que pondría fin al Imperio de su ancestral
familia.
Aunque Napoleón II murió cuando Francisco José era aún muy pequeño, logró conservar algunos recuerdos de él, o por lo menos lo consideró siempre como un miembro de su familia, porque cuando Napoleón III se hizo con el poder en Francia, le pidió repetidas veces que le entregara los restos mortales de su primo, pero el emperador de Austria se negó siempre. Tuvo que ser Hitler muchos años después quien devolviera el cuerpo del duque de Reichstadt a los franceses, quizás como compensación por la terrible humillación militar que les había causado.
Aunque Napoleón II murió cuando Francisco José era aún muy pequeño, logró conservar algunos recuerdos de él, o por lo menos lo consideró siempre como un miembro de su familia, porque cuando Napoleón III se hizo con el poder en Francia, le pidió repetidas veces que le entregara los restos mortales de su primo, pero el emperador de Austria se negó siempre. Tuvo que ser Hitler muchos años después quien devolviera el cuerpo del duque de Reichstadt a los franceses, quizás como compensación por la terrible humillación militar que les había causado.
Magnífica Entrada, Dorian.
ResponderEliminarEs un blog tremendamente atractivo y didáctico.
Un saludo.