Los atentados terroristas que
sufrió Francia en días pasados deberían de ser suficientes para que Occidente
se entere de una vez que a los musulmanes radicales no les gustamos, que nos
quieren sumisos, sometidos a su fe o muertos y que no hay forma de negociar con
ellos.
Es una gran ventaja que desde
hace muchos años en Occidente se haya despertado una tolerancia religiosa
gracias a las ideas de Voltaire. Porque debido a ello somos cómo queremos ser,
profesamos la fe que nos vienen en gana o ninguna, y ello nunca conlleva la amenaza
de enfrentar la hoguera por herejía, somos una cultura libre.
Pero tal situación no tiene por
qué hacernos idiotas, tanto como para no ver el peligro que corren nuestros
avances en libertad y, por supuesto, nuestras vidas. No se trata de tolerar o no al
islam -allá quien decida adoptarlo como su religión, que es libre de hacerlo-,
se trata de recoger el guante, se trata de entender que los islamistas
radicales nos han declarado la guerra porque somos cómo somos, porque
disfrutamos de la libertad y ellos vienen a repartir la esclavitud.
Es bueno que tras la segunda
guerra mundial Occidente se haya olvidado de su amor por las guerras, debido a lo
terrible que ésta fue, pero ahora tenemos que reconocer que al mundo libre le
han declarado la guerra, y que si no nos damos por enterados, seremos vencidos.
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