En algunos extintos
imperios orientales, donde las disposiciones del sultán o emperador eran tan estrafalarias
como crueles y omnipotentes, se empleó mucho el uso de eunucos para cuidar a
las mujeres de los gobernantes. Estos pobres infelices literalmente veían el
pan y no tenían la menor posibilidad de comérselo.
Pero aunque muy asociado a
la esclavitud, el de eunuco era un oficio mejor que otros. Y no habiendo tantos
de dónde escoger, muchos hombres acudían al barbero no precisamente a que los
afeitara. El barbero les cortaba el pene y entonces los hombres ya hechos
eunucos pasaban días cruciales en los que podían morir. Si lograban orinar podían
sentirse satisfechos, pero si no lo mejor que podían hacer era conseguirse un rápido
y letal veneno porque de lo contrario la muerte sería lenta y muy, muy
dolorosa.
Cierto es que no siempre se
podía escoger la condición de eunuco. Algunos esclavos eran castrados por orden
del señor que los compraba o los capturaba para después llevarlos a su palacio
a que le cuidaran sus hembras. Y a otro desde la niñez su padre les veía la
vocación, de manera que era éste el encargado de ordenar la castración del
chiquillo para que llegado a hombre pudiera conseguirse un “buen trabajo”.
Los eunucos, ya metidos en
el harén de su señor, eran hombres muy disciplinados y de pocas palabras. Todo
escuchaban y todo veían pero nada decían. Tenían detalles más que comprometedores
de la vida del príncipe, le sabían sus debilidades, defectos, caprichos y
capacidades, cosas que guardaban secretamente por si algún día podían
cambiarlas por poder, en un golpe de estado, revuelta o simplemente para
colocar a un asociado en un buen puesto dentro de la corte.
Mucho se dice respecto a que los eunucos eran seres rencorosos que gozaban ver sufrir a las concubinas o a cualquier infeliz por causa de los caprichos y arranques del soberano. Eso no es para dudarse, los esclavos castrados tras su captura o los niños hechos así por los padres o tutores tenían más que motivos para estar resentidos, sobre todo teniendo frente a ellos siempre a las bellezas que formaban el harén del príncipe y sabiendo que de nada les podían servir. Podían, eso sí, excitarse, de cualquier forma nadie lo habría notado nunca.
Mucho se dice respecto a que los eunucos eran seres rencorosos que gozaban ver sufrir a las concubinas o a cualquier infeliz por causa de los caprichos y arranques del soberano. Eso no es para dudarse, los esclavos castrados tras su captura o los niños hechos así por los padres o tutores tenían más que motivos para estar resentidos, sobre todo teniendo frente a ellos siempre a las bellezas que formaban el harén del príncipe y sabiendo que de nada les podían servir. Podían, eso sí, excitarse, de cualquier forma nadie lo habría notado nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario