El más grande sueño de Napoleón I, aparte de apoderarse del mundo -que en gran medida logró-, fue tener un hijo a quien heredárselo. Sus errores sumados a una mal cuidada tuberculosis echaron ese sueño suyo a la basura. Su único hijo legitimo, el duque de Reichstadt, murió siendo muy joven, sin lograr nada revelante en el mundo de la política.
No por eso la descendencia de Napoleón se perdió. Su otro hijo, Alejandro Walewski, se encargó de perpetuar a los descendientes por línea directa del más grande militar de todos los tiempos. Pero de ellos nada se sabe. No han hecho cosas por las cuales puedan ser conocidos. Viven en un casi completo anonimato y ni siquiera se apellidan Bonaparte.
No ocurrió igual con los descendientes de Josefina de Beauharnais, el gran amor de Napoleón. En la tarea de posicionar bien a los hijos demostró más talento que su esposo. Ya que hijos en común no tuvieron -ella ya era estéril, aunque guardaba bien el secreto, cuando se casó con Napoleón-, el Emperador adoptó a los suyos como propios. Casó a Hortensia con su hermano Luis y a Eugenio con una princesa de sangre real, hija nada menos que del rey de Baviera.
Por el lado de Hortensia, los descendientes de Josefina pudieron llegar muy lejos. Podrían ser hoy monarcas simbólicos de Francia, pero Napoleón III, su nieto, a pesar de que gobernó por muchos años, terminó perdiendo la corona y su único hijo legitimo murió guerreando en África sin dejar descendencia. Allí acabó todo por ese lado.
Por el lado de Eugenio las cosas fueron más discretas, pero terminaron mejor. Sus hijos con la princesa bávara no perdieron su condición aristocrática con la caída de Napoleón. Uno fue rey consorte de Portugal y otras dos reina una y emperatriz la otra de Suecia y Brasil, respectivamente. Otro príncipe logró ser yerno nada menos que del zar de Rusia. Con semejantes matrimonios los descendientes de Josefina aseguraron puestos importantes por muchos años, o siglos.
De las monarquías que se mantienen vivas en Europa, los titulares de dos de ellas, Suecia y Noruega, descienden, por vía directa, de Josefina de Beauharnais. Allí no termina la cosa. Maximiliano de Baden, el que fuera canciller de Alemania, el enemigo de Francia por antonomasia, al final de la Primera Guerra Mundial, también era su descendiente.
No puede uno menos que sorprenderse por el destino de los que descienden de una mujer que tras quedar viuda por culpa de la guillotina en la Revolución Francesa se dedicó a andar de cama en cama para subsistir y que terminó casándose con un generalillo feo que no le gustaba nada. Pero fue él, ese generalillo, el causante de la grandeza que alcanzaron sus descendientes con los años. Napoleón poco pudo hacer por su descendencia, pero hizo mucho por la de la mujer que tanto amó.
las mujeres siempre hemos tenido más picarda para todo. No guerreamos, pero ganamos las batallas, y si no, que se lo digan a ella.
ResponderEliminarBesos
Lupa
Es cierto por eso yo tengo siete y a todas las tengo con calzon de castidad y bosal
Eliminarno se q decir esta bueno
ResponderEliminarhuao pero le falta muchooo
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