El patriotismo es un sentimiento noble y admirable. Un
patriota lucha por una razón única: cuando su pueblo está en peligro por
agresores externos. Pero el nacionalismo no tiene nada que ver con eso. Es algo
así como una enfermedad mental que pone en peligro vidas y pueblos.
El nacionalismo es una cosa tan esclavista y mezquina
que fija parámetros culturales y pretende siempre imponer que todos los
habitantes de un país hablen el mismo idioma, tengan las mismas ideas,
defiendan las mismas tendencias y hasta usen los mismos nombres. Vamos, que
todas las vacas del corral bramen al mismo tiempo y por el mismo motivo.
Y sobre la vaca que no brama, frotan los cuernos
todas. El nacionalismo es tan repugnante que se puede volver una pesadilla para
el que no sea nacionalista. Porque sencillamente quien no está con los que hacen
el ruido debe de pagar las consecuencias.
Se supone que cada individuo debe de ser libre de
pensar y decidir sobre su vida. Eso es algo tan elemental como hermoso y por lo
que vale la pena luchar. Pero el nacionalismo ve la libertad como un peligro,
para el nacionalismo cada individuo es parte de un colectivo que debe de usarse
a favor de prejuicios culturales. No existe la libertad de conciencia, existe
la obligación de servir al ideal cultural creado por los cerdos de la granja.
Por eso decía que no tienen nada que ver un patriota y
un nacionalista. El patriota defiende, pero el nacionalista impone y esclaviza.
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