Alrededor de Napoleón II, el
malogrado hijo del más brillante militar de la historia, existen muchas
leyendas, quizás creadas con el propósito de suplir lo que la muerte le impidió
hacer.
Se ha rumorado que embarazó a
la archiduquesa Sofía, la esposa de su tío, y que de allí nació Maximiliano I de México, también que fue un prisionero del gobierno austriaco,
de algún modo para vengarse de su padre e impedirle que gobernara Francia, y,
finalmente, que no murió de tuberculosis sino envenenado por el príncipe
Metternich.
Leyendo las biografías del duque
de Reichstadt, titulo que ostentó en Austria Napoleón II, se puede apreciar una
historia muy diferente a la que se le atribuye como supuesto mártir. Fue, de
alguna manera, el consentido de su abuelo, el viejo y el niño se quisieron
desde siempre. Francisco incluso no veía con malos ojos la posibilidad de que
su nieto, a quien educó a su lado, fuera emperador de Francia. ¿Qué mejor
aliado que un pariente cercano?
Una buena prueba de ese
afecto es la esmerada educación que recibió el duque: la misma que recibían los
archiduques, le llenaron la cabeza de conocimientos e idiomas. Aunque él
siempre se lamentó de que su educación fue un fracaso debido a la soledad con
que vivió ese proceso.
Cuando unos bonapartistas
fueron a Austria a pedirle al emperador que les permitiera llevar a su nieto a
Francia para que ocupara el trono de su padre, Francisco no lo permitió porque
el país estaba muy agitado, en un proceso de cambio de gobierno muy turbulento,
y no quería que su nieto llegara como un usurpador al que bien podían fusilar
sin contemplaciones.
Cuando Reichstadt enfermó,
guardó cama varias temporadas por órdenes expresas de su abuelo. El viejo
emperador incluso le ocultó todo cuanto pudo sobre los hijos que su madre ya
tenía en Parma, y cuando se lo reveló, se cuidó muy bien de no decirle que los
había parido en una época en que aún vivía Napoleón I.
Cuando después de una larga convalecencia
Reichstadt murió, Francisco sufrió mucho por la perdida de su nieto favorito, al que
lo había unido un sentimiento afectivo muy grande a pesar de que era el hijo de
su más odiado enemigo.
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