Cuando
Hitler publicó su aborrecible manual del racismo, de la intolerancia y la
arbitrariedad, sus seguidores, los nazis, lo vieron pronto como una especie de
Biblia para las futuras generaciones alemanas. Promocionaron el libro cuanto
les fue posible, mintieron -cosa que les salía muy bien, dicho sea de paso-
sobre el número de ejemplares vendidos durante los primeros años en que
apareció, pero ni así obtuvieron los resultados deseados: que un ejemplar de Mein Kampf figurara en cada hogar alemán.
Cuando por
fin Hitler se hizo con el poder, se les presentó la oportunidad de cumplir sus
objetivos, es decir, sustituir la
Biblia por su indeseable panfleto. Para ello contaban con
algo que antes no: el dinero de las arcas públicas.
La idea que
se les ocurrió fue bastante acertada. Las parejas, las que duran, conservan con
afecto los regalos que reciben el día de su boda. Los hijos conservan con más
afecto los objetos que pertenecieron a sus padres. Y los nietos depositan a
veces más afecto aún en aquello que fue de sus abuelos. Los nazis decidieron
regalar el libro que había escrito su desequilibrado mesías, pero no en
momentos sin importancia ni al azar, porque en esos casos el que lo recibía
podría perderlo, no cuidarlo o no leerlo, en cambio, si el regalo era el día en
que una pareja contraía nupcias, el libro pasaría a ser un símbolo de su unión.
Durante el
Tercer Reich, cuando los nazis contaban con el dinero para hacer todas las
locuras que se les ocurrían a sus enfermas mentes, regalaron millones de
ejemplares del libro a las parejas arias que se casaban. Era una excelente
forma de inyectar su torcida ideología en la población alemana y no escatimaron
en recursos para conseguirlo.
Pero éste sólo es uno de los lamentables casos en que el pueblo lee lo que el Estado quiere que lea. Porque a los políticos muchas veces les da por creerse moralmente perfectos y con autoridad para decir qué tipo de literatura pueden y deben y tienen que consumir sus gobernados. El Estado es lamentablemente una fuente de poder a veces inagotable, y cuando está conformado por enfermos mentales les da a éstos por hacer cosas verdaderamente absurdas e inexplicables para una persona de bien.
Pero éste sólo es uno de los lamentables casos en que el pueblo lee lo que el Estado quiere que lea. Porque a los políticos muchas veces les da por creerse moralmente perfectos y con autoridad para decir qué tipo de literatura pueden y deben y tienen que consumir sus gobernados. El Estado es lamentablemente una fuente de poder a veces inagotable, y cuando está conformado por enfermos mentales les da a éstos por hacer cosas verdaderamente absurdas e inexplicables para una persona de bien.
Mi lucha lo empecé al año pasado pero lo dejé aparcado.
ResponderEliminarHitler está catalogado como un lider carismático y la verdad es que gran parte del apoyo que consiguió se debe a esa característica.
Un beso!
Muy buena reseña histórica que desconocía.
ResponderEliminarUn saludo.