Sería ideal que cuando un país entra en crisis,
sus habitantes, haciendo uso de su capacidad de razonar, trataran de enmendar
sus errores, de ver la mejor salida posible, en fin, de tapar el hoyo sin
necesidad de hacerlo más profundo. Pero la mente humana no llega a tanto. Nada más
hay una crisis y la sociedad enseña lo peor de sí.
Hoy en día Grecia es noticia por sus neonazis,
cuando el país, si es que es tal, anda patas para arriba, pero ni así deja de
meterlas. Lo peor es que quizás muchas personas asociaban el nombre de Grecia a
la cultura, la civilización, los cimientos del pensamiento moderno, arte y demás
cosas valiosas que pareciera que los griegos de hoy no conocen, y ellos mismos
se están encargando de destaparle los ojos al mundo. Grecia es hoy uno de los
países más corruptos que existen, con perdón de México, y de su grandeza
cultural sólo queda algo que salta a la vista: ruinas.
Una vez que la población de un país toma una
forma de ser, por así decirlo, es casi imposible hacerla cambiar. Revisando libros
escritos hace un par de siglos, me he dado cuenta de que ya se describía al
griego como perezoso, moralmente degradado e incorregible. Y según se ve no ha
cambiado.
Lo peor y más ridículo de todo es que un país que
está necesitando de toda Europa para que le paguen sus propios errores se dé el
lujo de tener políticos que exhiben abiertamente una postura
nacionalsocialista. Eso ya es el colmo del cinismo. Y si hay algo todavía más insólito
es el hecho de que aun así los países más prósperos de la Eurozona salvarán, si
pueden, a Grecia de Grecia, es decir, de su deseo de ir a la ruina. Vaya cosa.
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