Los libros de historia algunas veces nos proporcionan
imprescindibles obras literarias, y a veces también nos proporcionan alguna
verdad, pero no siempre. La historia muchas veces es alterada con fines de
Estado, ultrajada y vuelta a escribir. Personajes que murieron hace siglos son
enaltecidos o injuriados, según las conveniencias de los vivos.
Es tanta la ignorancia, o el conformismo, que
reina en el mundo, que alterar la historia es cosa bien sencilla. Muchos creen,
por ejemplo, que John F. Kennedy y Abraham Lincoln fueron excelentes
presidentes de los Estados Unidos, que León Trotski fue una figura secundaría
en la consolidación de la URSS
y que la miseria de Latinoamérica es por culpa de la colonización española.
Y así hay más, muchas más mentiras, algunas que
nos gusta creer. A los nacionalistas más fanáticos no les interesa la historia
de su país si no los llena de orgullo patrio. Prefieren cambiarla, por absurda
que se vea, y vivir en la mentira que, al parecer, también atrae la felicidad,
a veces más que la verdad.
Los héroes siempre han sido necesarios. Pero no
para lo que muchos creen. Hay quien dice que un héroe es necesario para
mantener a un país unido, y que si no los hay, es necesario hacerlos. Eso es
falso. Los héroes en nada alteran la vida del ciudadano normal, que sólo busca
un buen trabajo y vivir en paz, con las necesarias recreaciones. Los héroes únicamente
sirven a los políticos para fines demasiado egoístas.
Los políticos tienen la extraña idea de que una
sociedad no amará a su país si ellos no la obligan a hacerlo, por métodos pacíficos
y no tanto, y para ello se atreven a manipular todo lo que sea manipulable. Alterar
la historia, por decreto, es un acontecimiento tan demasiado común, en
cualquier lugar del mundo, que no es un atrevimiento decir que ésta, la
historia, es una novela, a veces con deficiente calidad literaria y muy mal
escrita, pero novela al fin. Y cómo no sospechar que lo sea si en las novelas,
a fin de cuentas, es donde mejor se dan los héroes.
A veces esas mentiras que se inventan políticos
o historiadores con fines políticos con la intención de quitar hombres de un
lugar donde sí estuvieron, de hacer batallas chicas muy grandes y de cobardes
muy valientes, son cosas bien sencillas de refutar, pero pocos quieren
hacerlo porque la verdad, desgraciadamente, casi a nadie le gusta debido a que desnuda,
y muy pocos tienen el valor de dejar ver sus miserias. Es mejor para muchos la
mentira, porque ésta sirve para que nos vean como realmente no somos, que es
como nos gusta más ser vistos.