Ahora que se habla mucho de
que hasta los países más paupérrimos del globo pueden tener armas nucleares, me
he puesto a pensar y no sin un poco de preocupación que en las guerras a los
buenos -los que se dicen buenos o son recordados como tales- también se les
pasa la mano.
Quienes ganan una guerra, en
la medida de la magnitud de ésta, se tiñen tanto de heroísmo que se pueden dar
el lujo de no dar explicación alguna sobre sus crímenes y mucho menos de
pedir perdón. En la Segunda Guerra
Mundial se cometieron dos genocidios desde el aire donde murieron miles de
inocentes, que no querían más guerra sino escapar de ella. Uno fue sobre
ciudades japonesas y lo ordenó Harry Truman, el otro fue en Dresde y lo ordenó Winston
Churchill. Dos lideres que pasaron a la historia como los buenos del conflicto.
Revisando mis libros me ha
llamado la atención lo que ellos dijeron al respecto. Churchill de hecho no dijo
gran cosa en sus memorias, y si mencionó el acontecimiento fue porque en tan
voluminosos libros era imposible omitirlo. Pero apenas le llevó dos líneas:
(…)
en febrero hicieron una incursión sobre Dresde (La
Real Fuerza Aérea inglesa), que entonces era el centro de
comunicaciones del frente oriental alemán.
De las víctimas ni una
palabra. Quizás pensó que mencionarlas no cambiaba el hecho.
Truman, en cambio, estaba
obligado a dedicarle más líneas en sus memorias a su propio genocidio. Y cierto
es que no trató de repartir culpas, al contrario:
Me
correspondió a mí la decisión final acerca del lugar y el momento de emplear la
bomba atómica. Que quede esto bien claro.
Lo que no deja de llamar la
atención es que la vida de miles de inocentes podía depender no de su
conciencia sino del clima:
(…)
fueron recomendabas como objetivos las cuatro ciudades siguientes: Hiroshima,
Kokura, Nagasaki y Niigata. Quedaron relacionadas por este orden como objetivos
del primer ataque. El orden de selección estaba de acuerdo con la importancia
militar de las ciudades, pero se concedía autorización para modificarlo si lo
exigían las condiciones meteorológicas en el momento del bombardeo.
Y una vez achicharrados los
inocentes, o más bien lo que le sigue, ni aun siendo tantos Truman se acordó de
ellos, aunque sí sabía bien lo que había hecho:
Quedé profundamente impresionado (…) después dije al grupo de marinos que tenía a mi
alrededor: “Éste es el hecho más grande de la historia”.
Eso es bien cierto. Allí la
humanidad comprendió que un mal día sin deberla ni temerla podía desaparecer
por orden de un dictador o de un presidente elegido democráticamente. A fin de
cuentas, cuando se enojan llegan a parecerse mucho unos a otros.
Algunas personas me han dicho
a lo largo de los años que esos genocidios fueron necesarios para no prolongar
la guerra y ahorrar vidas. Eso para mí no cambia las cosas. Siempre que se asesine a inocentes, por el motivo que sea, será el hecho un crimen abominable.
Además, está bien claro que la masacre de Dresde no era necesaria. La ciudad no
tenía importancia militar. Y cuando ocurrió lo de Japón, el
país ya estaba por doblar las rodillas, ya no tenía aliados y su fuerza militar
se agotaba con demasiada rapidez. Fueron en realidad actos para demostrar
fuerza, sin importar las vidas de inocentes que ello costara.
Interesante documento sobre los genocidios perdonados. Me encanta tu blog y, si me lo permites, me hago seguidor de tan instructivo y ameno espacio.
ResponderEliminar¡¡¡Gracias!!! Por tu comentario en mi Poesía.
Un saludo, Dorian.
Interesantísimo tu espacio.
ResponderEliminarSoy una gran aficionada a la historia, sobre todo a determinadas figuras de momentos en conflicto.
Un saludo y gracias por mostrarme el camino