Es bastante común que las estatuas sean
sometidas a arduos procesos de restauración para que puedan conservarse, pero
hasta hace bien poco no había escuchado que fueran intervenidas para cambiar su imagen y que den un mejor
aspecto.
Lo anterior le va a ocurrir a la estatua de
Juan Pablo II, obra del escultor italiano Oliviero Rainaldi, que a mediados del
año pasado fue colocada en Roma, frente a la estación Termini.
Lo que no será esa estatua tan abrumadoramente
fea es ser la primera en generar polémica. Estatuas cuestionadas han aparecido
todo el tiempo, siglo tras siglo, algunas por lo que representan y otras por lo
que exhiben, pero si buscamos alguna que haya calentado los ánimos sólo por ser
demasiado fea, quizás no encontremos muchas.
Y que conste que la fealdad de la obra no tiene
nada que ver con el estilo. Del arte abstracto hay obras de gran valor estético,
lo que ocurre en este caso es que la obra, por donde se le mire, es fea. Al parecer
entre los cambios que se tienen
previstos va a adquirir nueva cabeza y túnica, lo que resumido quiere decir que
harán otra estatua porque ésta no tiene remedio.
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