Indudablemente
es cierto lo que tantas veces se dice respecto a que a muchos hombres, para
pasar a la historia con grandeza, les hacen un favor matándolos. Ahí están el
Che Guevara, Pancho Villa, León Trotski y, por supuesto, John F. Kennedy.
Una vez
muerto, al 35° presidente de los Estados Unidos le empezaron a destapar sus
verdades, algunas ya en parte ventiladas desde antes de que llegara a la
presidencia, como la relación de su familia con la mafia, la promiscuidad
alarmante que ejerció siempre, o el casi probado fraude que lo llevó a la Casa Blanca. Pero ¿cómo
cuestionar al carismático Jack si lo habían matado?
En términos
generales, Kennedy es considerado un pésimo presidente. Como tantos otros
seducidos por un economía libre pero cubierta con una esfera de socialismo
controlado desde el gobierno, Jack hirió gravemente el bolsillo de sus
conciudadanos, pero, eso sí, aumentó el gasto público hasta niveles alarmantes.
Su política exterior estuvo plagada de buenos discursos y malas acciones. Cuba y
Vietnam no fueron sus logros, fueron en realidad sus fracasos. ¿En Alemania sí
triunfó? No, pero dijo: Ich bin ein
Berliner, y para él eso ya fue un triunfo rotundo.
Porque Kennedy,
la verdad sea dicha, no triunfaba con sus acciones, sino con sus frases. Ser buenos oradores les sirve a los políticos para prosperar, cierto, pero a los pueblos que éstos gobiernan bien pueden matarlos de hambre. El gran logro de la vida de
Kennedy, y de su familia, fue su promoción. Desde joven fue promocionado como
un héroe de la Segunda Guerra
Mundial, aunque en la línea de fuego jamás estuvo. No obstante, su problema de
la columna, que lo acompañó hasta el día de su muerte, fue vendido como “ocasionado
por heridas de guerra”.
El mito
que Jack construyó entorno a él, era de esos que se caen pronto. Se basaba en
propaganda pero dentro de un país libre, donde la verdad suele competir de
igual a igual con la mentira. Kennedy se vendió como un gran presidente, el líder
mundial de su época, pero sus acciones le estaban derribando el maquillaje. Afortunadamente,
para levantar su biografía, le dispararon. Y así nació el héroe y se formó una
cortina de humo sobre el pésimo mandatario.